viernes, 25 de septiembre de 2015

Conversaciones, contradicciones.



- ¡Hombre Juan cuanto tiempo!
- ¡Que pasa Luis, namaste!
- Namaste.
- ¿Donde te metes que no te veo nunca?
- Es que me he ido a vivir a un pueblo, estaba harto de tanto coche, tanta polución y tanta sociedad mercantilizada. 
- ¡Anda que bien! Yo también lo he pensado alguna vez, pero claro de que voy a vivir allí ¿Tu como lo haces?
- Yo he montado un huerto agro ecológico, hemos conseguido una subvención para producir pepinos ecológicos que están muy cotizados en el norte de Europa.
- ¡Que chulo! Los finlandeses se comen tus pepinos, jajajajaja.
- Ya te digo.
-  ¿Y donde vivís?
- Pues con esto de la despoblación en el campo, el ayuntamiento nos han dado una casa, además nos dan un dinero para la luz, el gasoil y esas cosas. Ahora estoy mirando a ver si salen las subvenciones para instalar placas, me gustaría llegar al auto consumo, no depender de las eléctricas que solo buscan su beneficio.
- Si menudo chollo tienen esos.
- Bueno ¿y tu que tal?
- Yo aquí como siempre, bueno ahora estoy en paro.
- Anda ¿y eso?.
- Estaba harto de mi jefe, todo el día ahí pintando, así que le dije que me quería ir y que si podíamos arreglar lo del paro. Al principio dijo que no, pero le dejé caer que si no me lo arreglaba me quedaba tocándome los huevos y me iba a tener que indemnizar. 
- ¿Y coló?
- Si me hizo firmar como que me daba la indemnización y a cobrar el paro.
- Bueno así tienes más tiempo, te puedes pasar a hacer una visita si quieres, tenemos camas de sobra. 
- No te creas, me salen un montón de chapucillas de pintor, y fíjate que junto con lo del paro cobro mas que antes y todo.
- Di que si, para que se lo lleve tu jefe te lo llevas tu. Oye una cosa, ¿Juan no trabajaba contigo?
- Si, el sigue en mi antigua empresa, aunque no se lo que va a durar, no tienen apenas trabajo, precisamente he quedado con el para ir a la manifestación del sábado por la sanidad pública.
- Es verdad que es este sábado, no voy a poder ir, ando liado. Montamos un acto en el campo, nos juntamos para dar gracias a Gaia y le pedimos a los espíritus de la naturaleza para que nos ayuden con el huerto.
- ¡Que espiritual!  Nosotros, después de la manifestación, iremos al mercado alternativo que montan todos los meses ahí en la plaza. 
- ¡Que bien! Ahí se encuentran cosas muy guays. 
- Yo la ultima vez compré sal rosa del Tíbet, libre de transgénicos.
- Si he oído hablar de ella ¿Que tal es? ¿Se nota en el sabor?
- Pues si te digo la verdad no lo se, venia en un bote muy chulo y la tengo de adorno en el salón. Bueno tu, allí hay un tío que es la leche, con solo pasarte las manos por alrededor, te analiza el aura. 
- ¿Un chaman o algo así?
- Es maestro Reiki y naturopata, luego te receta hierbas homeópatas, a mi mujer le funciona muy bien para lo de los nervios y eso.
- Medicina tradicional milenaria ¿no?
- Si ya sabes, todo natural sin ningún químico.
- Mejor que ir a la seguridad social, que allí solo te recetan pastillas. 
- ¿Un cigarro? 
- No deja que me hago yo de los míos de liar, gracias.
- Pues cuando quieras te subes a visitarnos, además ya somos varios del rollo por allí, estamos a ver si nos presentamos a las elecciones y quitamos a los que están, no quieren firmar para hacer el pueblo libre de fracking.
- Que desgraciado, lo mismo tiene algún terreno donde haya gas o algo y se quiera forrar, como los de el edificio de al lado de mi casa con la antena del móvil.
- ¿No me digas que os quieren poner una antena al lado de casa? Que eso es muy cancerígeno. Nosotros en el cole de Dani hemos conseguido que quiten el Wifi.
- Di que si, luchando se consiguen las cosas. Oye pues ¿Te acuerdas de Alberto?
- ¿Cual?
- El que salía con Verónica.
- ¡Ah si! Ya me acuerdo.
- Se fue a trabajar a Canadá.
- ¿A Canadá? ¿Y cómo se fue tan lejos?
- El estudió geología. 
- No tenía ni idea. 
- Pues si, se sacó la carrera y como aquí no encontraba nada, se fue allí a trabajar haciendo prospecciones o algo así, trabaja para una multinacional de estas grandes BNK creo, cuando me lo dijo me pensé que era un banco.
- Que suerte Canadá, ese país si que está bien, allí defienden de verdad la naturaleza e invierten en ciencia, se nos llevan a los mejores.
- Ya te digo, sube unas fotos a Facebook alucinantes, está todo el día en el campo con lo de su curro.
- Bueno, esa que pita es mi compañera, me voy a tener que ir. Viene de pasar la ITV, como su hermano trabaja en la de aquí, hemos bajado a pasarla, es que la furgoneta está jodida y tira aceite, pero vale una pasta arreglarla. Además como es muy vieja no la iba a pasar por lo de las emisiones, pero su hermano hace el chanchullo, así que bajamos y vemos a la familia.
- Jo mola un montón, es la Carabelle original ¿no?
- Si, tiene veinte años, ya no hacen furgos como las de antes. Bueno tío pues a ver si nos vemos pronto. Cuando quieras vente a visitarnos.
- A ver si encuentro tiempo, con tanta chapu, estoy todo el día liado. Venga un abrazo.
- Un abrazo.

- ¿Quién es ese con el que hablabas? 
- Es Juan, un amigo del rollo, hacia mucho que no le veía.
- Pues para ser de los nuestros, lleva la camiseta del Decathlon que no es libre de gluten.
- ¿El que?.
- Digo de transgénicos. Es que con tantas cosa con las que nos quieren envenenar ya se pierde una.
- Bueno ya sabes cariño, no todos pueden ser tan auténticos como nosotros, ni dios, ni estado, ni mercado.
- Ya. Oye ¿comemos en MacDonlad´s antes de subir al pueblo? 
- Vale, pero vamos al otro, al del centro comercial que allí no nos conoce nadie.
- Vale, vamos.




viernes, 4 de septiembre de 2015

Sacar lo que tienes dentro



Movía nerviosamente una pierna mientras esperaba a que le llamaran. No le hacia ninguna gracia estar allí en aquella sala de espera a la vista de cualquiera, mientras aguardaba para entrar a hablar con el psicólogo. Se sentía molesto, aquella situación le resultaba humillante, el no necesitaba un loquero, sabía perfectamente lo que le pasaba y lo que necesitaba.

Se abrió la puerta y salió el psicólogo que amablemente le invitó a entrar. Se sentaron en unos sillones situados uno frente al otro, sin darle tiempo a decir nada al doctor, le exhortó.
- Que conste que yo no estoy loco, si he venido es porque mis padres han insistido, no necesito que ningún loquero me analice, se lo que me pasa y cual es la solución, pero ellos no me quieren escuchar.
Normalmente no se hubiera atrevido a hablar así con un desconocido, pero estaba indignado, las palabras salieron de su boca casi sin pensarlo.
- Esta bien - le dijo amablemente el doctor - Te creo, seguramente todo sea cosa de tus padres, no seria la primera vez que alguien sin ningún problema acaba en esta consulta por la presión de terceros - le dio unas suaves palmadas en la pierna y continuó - Pero ya que estás aquí, si te parece bien, puedes contarme porque ellos creen que tienes que venir a hablar conmigo, así quizás, podamos encontrar la formula para que tus padres te dejen tranquilo.
No se esperaba que le dijera eso, un poco desconcertado por la respuesta se relajó, decidió explicarle a aquel amable doctor cual era realmente su problema, así podría ayudarle y hacérselo entender a sus padres.
Le contó como de siempre había sido una persona muy retraída, ya en el colegio le había costado relacionarse, además la actitud de otros niños, humillándolo públicamente y riéndose de el, habían agravado el problema. Eso había hecho que ya de adulto, cada vez que se veía en la tesitura de tener que comunicarse con alguien que no fuera de su entorno más cercano, la situación le provocaba una serie de desagradables síntomas. Se le secaba la boca, el corazón se aceleraba, comenzaba a sudar e incluso se le revolvía el estomago, en alguna ocasión había llegado incluso a vomitar, después de sufrir una situación especialmente estresante.
Y su vida habría continuado siendo así, de no ser por una conversación, que accidentalmente había escuchado en el metro. Dos mujeres hablaban a su lado. Oyó a una contar los problemas, muy similares a los suyos, que ella había sufrido en la adolescencia. Con el sonido del tren no podía escuchar toda la conversación, pero si pudo oír claramente como la mujer aseguraba, que la solución a su problemas fue, “sacar todo lo que tenía dentro”.

Estuvo días dándole vueltas a lo que había dicho esa mujer, la solución era "sacar lo que tenía dentro", pero ¿Que tenía que sacar?. Recordó que siempre que se encontraba en una situación estresante, le entraban ganas de tirarse pedos. ¿Podía referirse a eso? Aquello, en principio, le pareció absurdo, pero no encontraba otro sentido a la frase "sacar lo que tienes dentro" y la mujer había dicho que su vida había cambiado radicalmente, que ahora podía llevar una vida normal. Decidió probar, total, no tenía nada que perder.
Aquella tarde se dirigió a la parada del metro, buscó una persona con la que poder tratar de entablar una conversación. Al final se sentó en un banco junto a un señor de mediana edad, parecía estar de vuelta del trabajo, tenía cara de buena persona y de no ser violento, no quería que su experimento acabara en una agresión. El solo pensar en lo que iba a intentar, provocó que los síntomas aparecieran de inmediato, y al primer retortijón, relajó el esfínter y un sonoro huesco salió de su trasero. Inmediatamente el señor que estaba sentado a su lado, cambio el semblante y se giró para recriminarle la acción, pero antes de que pudiera decir nada, el muchacho se disculpó.
- Perdóneme señor, estoy enfermo y no puedo controlarlo.
El hombre pareció relajarse.
- Nada hombre, no te preocupes, si estás enfermo y no puedes hacer otra cosa - se encogió de hombros y le sonrío - Como decía mi padre, mejor fuera que dentro. Inmediatamente se sintió más relajado, pudo continuar la conversación sin problemas, estuvieron hablando hasta la llegada del metro. El chico no subió, alegando que esperaba a una persona que llegaba en el siguientes tren. Una vez se hubo marchado el señor y se quedó solo en el anden, estalló de alegría. ¡Había funcionado! La solución había estado ahí y era la mar de sencilla, solo tenía que "sacar lo que tenía dentro".

Desde entonces su vida cambió completamente, cada vez que tenía que hablar con un desconocido o una persona con la que no tenía confianza, ante la aparición de los síntomas, se tiraba un pedo y se relajaba. Aprendió a aliviar de forma silenciosa sin que el interlocutor lo percibiera, elevar el tono de voz, toser o golpear algo, coordinado con la ventosidad, para que no se escuchara. Se convirtió en un maestro del disimulo, lo importante era "sacar lo que tenía dentro", no que el pedo fuera escuchado por la otra persona. Se daba la circunstancia de que siempre tenía ganas de airear, no tenía problemas para sacar un pedo cada vez que lo necesitaba.

Estuvo así un par de años, hizo amigos, encontró trabajo, tenía una vida social de lo mas normal. Pero todo se había torcido hacia unos meses, ya no tenía ganas siempre de peerse, ahora sufría de calambres abdominales, fuertes retortijones y diarrea. Fue al medico, le diagnosticaron intolerancia a la lactosa, hubo de dejar de tomarla y mejoró respecto a su estómago, pero los efectos secundarios fueron devastadores, los pedos desaparecieron. Enseguida sus relaciones se resintieron, ya no tenía un pedo siempre dispuesto a salvarle, perdió la seguridad en si mismo, ya no podía "sacar lo que tenía dentro".
-Así que como usted comprenderá, no necesito un psicólogo, lo que necesito es poder volver a tirarme pedos - Concluyó su relato.
El psicólogo, sorprendido por lo que acababa de escuchar, trató de hacerle ver su error.- ¿Se ha tirado usted alguna ventosidad durante nuestra conversación? - Le preguntó el médico.La verdad es que en esa ocasión no había hecho falta, negó con la cabeza.
- Querido amigo, en realidad es más fácil que todo eso que me ha contado, realmente no necesita tirarse pedos. Seguramente cuando escuchó la conversación en aquel tren, a lo que la mujer se refería cuando hablaba de "sacar lo que tienes dentro", es a que debe compartir tus sentimientos y abrirse con los demás, como ha hecho sin necesidad de pedos, hoy conmigo. La necesidad de tirarse pedos para relajarse, no ha sido mas que un efecto placebo.
El chico enrojeció de la ira, aquel hombre, con el que se había sincerado, al que le había contado su problema, en vez de tratar de ayudarle, estaba tratándole como a un idiota.
- Usted lo que quiere es hacerme creer que estoy loco - le dijo irritado - quiere que yo venga aquí y que me traten como si estuviera zumbado. - Se levantó airado del sillón - No tenía que haber escuchado a mis padres ni haber venido aquí a hablar con usted - se alejó unos pasos en dirección a la puerta y se giró - la gente como usted es el problema de este mundo, se creen que por haber estudiado saben mas que los demás - estaba realmente enfadado - Yo se perfectamente lo que necesito y es poder volver a tirarme pedos - dijo dándose enérgicamente con el dedo en el pecho, abrió la puerta y antes de marcharse sentenció - se que es lo que necesito, y se que es eso, porque a mi me funciona.